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23/05/2016 / Barcelona

Enrique Fierro, in memoriam

El eminente poeta uruguayo Enrique Fierro falleció el sábado 21 de mayo en la ciudad norteamericana de Austin, donde residía junto a su esposa, la reconocida poetisa Ida Vitale. Ambos protagonizaron hace dos años en Casa Amèrica Catalunya una memorable velada poética presentada por Aurelio Major, en una de sus escasas –sino única- apariciones públicas conjuntas.

Video recital poético de Enrique Fierro e Ida Vitale en Casa Amèrica Catalunya (15 de mayo 2014)

Imagen, de izquierda a derecha: Aurelio Major, Enrique Fierro e Ida Vitale.

Por gentileza de Aurelio Major reproducimos el escrito del crítico hispanouruguayo Fernando Aínsa dedicado a la figura de Enrique Fierro.

Esta mañana —22 de mayo— nos ha sorprendido la noticia de la muerte de Enrique Fierro, el poeta y amigo de toda la vida.

Aurelio Major, exégeta de la obra de Ida Vitale y también amigo de muchos años de esta pareja tan singular como ejemplar, nos lo anunciaba en un escueto correo acompañado de un poema de Enrique que había rescatado de su obra.

Hace apenas 48 horas habíamos compartico en la Universidad de Salamanca una jornada sobre la obra de Ida, XXIV Premio Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana organizado por la profesora y crítica María José Bruña. Sabíamos de su recientemente diagnosticado mal que les había impedido venir como estaba previsto a esta Jornada, pero ignorábamos su gravedad y este súbito desenlace que nos ha conmovido a todos esta mañana.

Embargado por la emoción, los recuerdos se me agolpan en la memoria: aquellas veladas interminables en su casa de la calle Timbó en Montevideo en los años sesenta del pasado siglo, la común y paulatina comprobación del deterioro de la vida política del Uruguay hasta el golpe de estado del 27 de junio de 1973 que nos iría dispersando a todos, los reencuentros en Ciudad de México, París, Nueva York, Madrid, Zaragoza, Oliete y nuevamente Montevideo, restablecida la democracia en 1985, en sus sucesivos domicilios del Bulevard Artigas y la calle Ellauri.

Amistad y reencuentros a los que sumaría gozosa Mónica, mi compañera y esposa desde 1974, integrada con naturalidad a esta vieja amistad. Reencuentros con la vitalidad chispeante de Ida y el humor incombustible de Enrique, pautados por conversaciones telefónicas que no parecían tener fin. Dada la diferencia horaria entre Austin (Texas) y París o Zaragoza, sus llamadas podían sorprendernos en plena noche, algo que echaremos en falta a partir de este triste día de hoy.

Sabiendo de su mal, en mi intervención en Salamanca sobre “La Generación del 45, críticos, lucidos y…poetas”, no pude por menos de referirme brevemente a su poesía. Reproduzco a continuación mis palabras y el poema que Aurelio Major nos ha enviado con la luctuosa noticia.

MIS PALABRAS EN LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA (20 de mayo)
“Lejos de la fiesta de los sentidos, pero no por ello menos metafórico, se sitúa Enrique Fierro en cuya poesía —y más allá de todo magisterio o vocación de fundador de escuela— se reconocen los poetas más jóvenes con los cuales ha establecido un enriquecedor diálogo de ida y vuelta.

En su tenaz y perseverante proceso creativo Fierro concilia lo sucinto y lo elíptico con lo chispeante, lo condensado y móvil con lo lacónico. Ello es posible gracias a que maneja una sintaxis astuta y sinuosa y utiliza “recursos de activamiento como las brechas o las preguntas súbitas, vivaz complejidad que la vuelve casi conceptista” (Saúl Yurkievich).

Poesía desasida originalmente de toda familiaridad, formalista, la “abstinencia verbal” y el “ayuno de colores” fue derivando hacia una soterrada burlona mirada distanciada que puede preguntarse donde están “los sueños de Fourier”.

Sin embargo, ello no implica una opción a favor del “espíritu crítico”, lejos de la utopía, ese espíritu que no acepta “la verdadera fiesta de los locos” y corrompe “los signos que son aire y copas de los árboles”. Por el contrario, la lacónica parodia en la que se ha ido refugiando, invita al humor, aunque se descubra “en los quintos infiernos” y se lanza a la verdadera utopía de la experimentación vanguardista.

Poesía ideográfica, diagramada, donde la disposición del texto es esencial, la poesía de Fierro explora las posibilidades gráficas y fónicas, en un grado más decantado que el esplendor inaugurado por la tradición dadaísta y más cercana de las técnicas publicitarias.

Poesía que aunque no se pretende vía privilegiada de conocimiento, sino desconfiada e irónica exploración, invita, sin embargo, a una reflexión sobre el propio acto de la escritura que se está llevando a cabo. En esta reflexión no hay regodeo estetizante y el “lujo literario” se ha abolido. Es lo que se ha llamado “un ejercicio austero de anti-epifanía”.

POEMA DE ENRIQUE FIERRO

Todos los aires pasan.
Es el puente de plata.
pasan los malos modos.
Pasa la hiel, pasa el vinagre.
Pasan peores. Peces pasan.
Pasa la madrugada.
Pasa un día de sol. Pasan lugares,
alas para volar. Fatigas pasan.

A oscuras y de prisa
pasa la mala vida.
Pasa el cielo de otoño.
Pasan espumas. Pasan
muerte y resurrección.
Pasa el último gato. Y pasa
lo que nunca pasa.

Queda (2004)